El reparto de poder en España, no es esencialmente distinto de Alemania, de los Estados Unidos de América, países con los que comparte, con arquitecturas institucionales distintas una distribución por competencias en tres niveles fundamentales, estatal, territorial y municipal. En todos ellos, hay conflictos de competencias, por concurrencia, por financiación, por complejidad en la coordinación y diversidad de opciones simultáneas en los diversos niveles de gobierno. No he visto a nadie cuestionar la democracia de aquellos dos grandes países, cuando se cuestiona la de aquí, bien por el exceso de centralidad o por lo exagerado de la descentralización.
Viene esto a cuento, de que viviendo como estamos, una situación de excepcionalidad debida a la crisis sanitaria, vivimos a la vez una situación inédita tanto en la composición plural del parlamento estatal y un gobierno de coalición de naturaleza débil e inestable; como de enfrentamiento de un desafío permanente de la estabilidad, impulsada singularmente por el nacionalismo separatista del territorio catalán.
Parecería razonable en circunstancias tan excepcionales, que el conjunto de las fuerzas políticas, no se si por razones de sentido común, de responsabilidad o simplemente de pragmatismo, se esforzase por encontrar soluciones de síntesis que permitiesen enfrentar con cierto sosiego la salida de esta situación excepcional, que sin duda por su dimensión, está llamada a ser fuente inevitable de sacrificio para la población mas allá del encierro.
Que nadie piense que una caída del PIB que puede ser del 10 al 15% o tal vez mas, se resuelve solo con un incremento de la deuda pública sin mas efectos.
En este contexto, realmente preocupante y con una salida difícil donde las haya, no me sorprende que la oposición se haya marcado como programa, el mantra antigubernamental “ARROGANCIA, MENTIRAS, INEFICACIA”. Lo que me inquieta es el nada sordo runrún encabezado por VOX y tácitamente apoyado por el susodicho mantra, de “ilegitimidad”; que lleva a los salvadores de “su” patria, a proponer soluciones de síntesis, consistentes en no se que gobierno, encabezado por alguna “personalidad”. Dicho sea de paso, es posible que alguna de las “personalidades” no hiciesen ascos a tan “patriótica” solución. Deberían tal vez ser mas explícitos en su rechazo.
Para que no queden dudas, expondré mi humilde punto de vista que como cualquier otro, puede ser objeto de contraposición e incluso de refutación rotunda y tal es el siguiente:
Primero.- En este momento de zozobra y de excepcionalidad, tengo la convicción de que todos los niveles de gobierno que me afectan, estado, comunidad atónoma y municipal, sean del signo que sean, están haciendo lo posible para que el conjunto de la ciudadanía sufra lo mínimo con la situación de pandemia y sus efectos. Pero eso no me obliga a ser acrítico, si relaciono sus actuales dificultades para resolver, con sus actuaciones precedentes. Ahora bien, reconozco que no estaría mal centrarnos en resolver cuanto antes las prioridades actuales, como primer paso para minimizar los efectos sobre lo que está por venir. Lo otro no es secundario, pero deberá ser parte del debate de como resolver. Las políticas de comunicación plurigubernamentales de culpar a los otros niveles de gobierno, no ayudan al sosiego necesario.
Segundo.- El gobierno del Estado, al igual que los de muchas comunidades, lo son con apoyos de fuerzas políticas con las que no comparto muchísimas posiciones, pero eso no les resta a ninguno de ellos la legitimidad democrática que les da, el haberse formado como consecuencia de los resultados de las urnas y de la única conjunción posible de acuerdos parlamentarios.
Tercero.- Propiciar o forzar un nuevo proceso electoral, pensando que ello va a mejorar nuestras perspectivas para una mejor salida de la excepcionalidad, es sencillamente irresponsable y tal vez suicida. Ninguna mayoría por amplia que fuere, tiene capacidad por si sola para resolver esta situación excepcional. Es preciso que sea una solución con visión que vaya mas allá de una legislatura y esto exige medidas con una cierta garantía de estabilidad.
Cuarto.- Si existiese una mayoría parlamentaria alternativa, capaz de constituirse en gobierno, debería utilizarse el procedimiento de la moción de censura para legitimarla y si por el contrario, el gobierno legítimo no tiene capacidad para aprobar los presupuestos necesarios para afrontar la situación que por supuesto deben de ser extraordinarios; deberá someterse a la confianza de las cámaras y actuar en consecuencia.
Finalmente, existe la posibilidad aunque sea remota, de que dada la excepcionalidad de la situación, las fuerzas políticas “todas” o una muy amplia mayoría, decidan abdicar de sus pretensiones maximalistas y dediquen sus esfuerzos a procurar las soluciones menos lesivas para el conjunto de la ciudadanía, sabiendo que la solución ni vendrá de la desaparición del Estado ni de la abolición de la propiedad privada. Si ello supone arriesgarse ante determinadas capas del electorado, asumir dicho riesgo, sería un rasgo de generosidad y de patriotismo. Y lo digo hacia ambos lados de la bancada, porque el riesgo es el mismo.
¿Será capaz de hacerlo esta generación que detenta el poder? No opinaré sobre ello, lo dejo a criterio del lector. Pero sería bueno que se legitimaran a si mismos como el digno relevo de quienes fueron en su dia capaces de consolidar un estado constitucional, aunque ahora algunos de ellos se resistan al digno envejecimiento del que entonces se hicieron acreedores.
No se corten y exprésense abiertamente, si quieren.
(*) Jesús Penedo Pallas, Ingeniero Técnico Industrial, Licenciado en derecho, Secretario del Patronato de la Fundación Adcor y jubilado de la Función pública.