Que el Partido Popular esté abducido por la extrema-derecha, volcado en una posición de derecha extrema que renunció al mínimo atisbo de política centrada, es un gravísimo problema para el sistema democrático español.
Ciertamente sus orígenes no eran muy prometedores. De la mano del Sr. Fraga Iribarne, que regresó a España con un ligero revoque de barniz democrático tras su paso por Londres, un concilio de ministros franquistas, alcaldes, presidentes de la Diputación y nostálgicos de la dictadura se agolparon en una sucesión de siglas que desembocan en actual partido ultraconservador, que finalmente seria ahormado con pésimas practicas por el Sr. Aznar. Una constante será su financiación anómala y el aroma de corrupción lo envuelve desde Naseiro hasta Bracenas, con especial virulencia en el territorio valenciano y madrileño.
Hoy ha pasado de la cierta utilidad en la maquinaria democrática surgida de la Transición Política, a ser un elemento corrosivo de la democracia. Carente del mínimo sentido de estado, comparsa lamentable de la actuación y comportamientos de la extrema derecha tras la que corre como pollo sin cabeza temiendo ser sobrepasado por ella, llega extremos inauditos de miseria moral. Algo muy preocupante en una formación que gobernó el país en diversas ocasiones.
Olvidando cualquier vestigio de compromiso con la sociedad, se abraza al delirio de quebrar un gobierno, -legal, legítimo, constitucional-, anteponiéndolo esto a cualquier otra circunstancia, declinando su papel en la lucha contra la pandemia en la que ve más un aliado que un objetivo de trabajo en común para erradicarla. En momentos dramáticos del país, su única razón perceptible es apelar sin el menor escrúpulo a cualquier acto del calibre que sea en aras de derribar el gobierno, incluso con turbios mensajes a sectores de las fuerzas de orden público, en un claro intento de socavar su sosiego.
Con los ojos puestos en Trump, el que recomendaba tragos de lejía para combatir el virus, admiración incontenida por un peligroso botarate como Bolsonaro, o un ridículo Boris Johnson, se empeñan mano a mano con sus tutores de la extrema derecha en alimentar la crispación, el odio, el intento de caos social, la manipulación permanente, la bronca política, en una estrategia perfectamente definida.
Desacreditar, desestabilizar y deslegitimar de forma compulsiva la acción de gobierno y de sus representantes más caracterizados. Con la calumnia, la manipulación, el barullo, o añagazas leguleyas. Reduciendo a cenizas con comportamientos barriobajeros, lenguaje soez, descalificaciones e insultos la vida parlamentaria. Rebajando el prestigio del Parlamento rebajándolo al nivel de Patio de Monipodio para con ello arruinar la credibilidad y el respeto de la ciudadanía por la sede de la soberanía nacional.
Es muy preocupante que la formación que debiera representar al amplio sector ciudadano con convicciones conservadoras y democráticas, sea bajo la batuta del Sr. Casado y su padre político el Sr. Aznar, apenas un apéndice de la extrema derecha. Que se desentiende de erradicar la pandemia en lo que semeja su penúltima fase, de la reconstrucción de la economía en momentos críticos o de cualquier empresa encaminada al bien común de los españoles. Remitiéndose en exclusiva a resguardar con feroz insolidaridad bajo su paraguas ultra-liberal, a los que se afanan en saquear el futuro y el patrimonio común con especulación voraz y a desestabilizar el país en momentos de extrema gravedad.
Es escalofriante pensar que su actuación suba el tono de forma desquiciada según aumenta el descenso de la morbilidad de la pandemia y este gobierno tan denostado enfile con errores indudables pero también con innegables aciertos, el final del túnel pese a todas las zancadillas habidas. Que se muestren incapaces de disimular su enojo cuando la gestión gubernamental acuerda respaldos económicos en el ámbito europeo en condiciones razonables…En una Europa que en este envite se juega su ser o no ser.
La gran masa de ciudadanas y ciudadanos de la derecha democrática española secuestrada por el Sr. Casado en las siglas de un partido que otrora tenia a gala representar el centroderecha español debiera replantearse su compromiso con España y con su futuro. Si realmente esa derecha democrática española acepta seguir secuestrada por personajes como el Sr. Casado, el Sr. Gracia Egea o la Sra. Álvarez de Toledo y sigue siendo cómplice de la extrema derecha en su labor de dinamitar la democracia y la convivencia, o por el contrario desea ser pieza clave del futuro de España.
Hoy, el Sr. Casado ha convertido a la derecha democrática española en una caricatura al servicio de seguidismo de la extrema derecha. De su patética deslealtad a España, a la ciudadanía y al futuro. Ha subvertido su formación política, transformándola en un problema para la democracia y para la convivencia.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.